Fruto de su hostil, antisocial, agria personalidad, nace su disgusto al tener que compartir asiento con extraños en el transporte público. Más aún si el desconocido en cuestión muestra intención de entablar algún tipo de diálogo con ella.
Como ocurrió el otro día. No fue nada especial, ya que es lo mismo que hubiera podido ocurrir en cualquier otro momento.
Subió de las primeras, para no tener que sentarse en algún lugar ya ocupado. Ya le fastidió encontrar su lugar favorito, tras las escaleras posteriores, ocupado por alguien que se había dado más prisa que ella en subir. Antes de ascender en el bus, ya vió al sujeto en cuestión y ya intuyó que habría interacción. Sintió el impulso de colocar su mochila en el asiento de al lado, pero recordó a su novio criticando a quienes hacían ese tipo de cosas, por lo que a los pocos instantes la retiró.
Y sucedió. Él la vió, y eligió ese asiento, no otro. Ella se disponía a abrir su libro, casualmente titulado "Extraños en un tren", pero en el momento en el que el sujeto permitió que de su boca emanara la frase: "¿este va directo?", esta energúmena respondió con un seco "sí", cerró apresuradamente su libro, y se colocó en las orejas los auriculares de su discman.
Incorregible.